Entrevista realizada por Nira Llarena. Redactora de prensa y creativa.
Por más que una ponga su empatía a funcionar a toda máquina, resulta muy difícil de entender cuál es el motor que impulsa a personas como Alberto Hugo Rojas. De dónde surge esa obstinación por adentrarse en lo más cruento e indeseable de la condición humana. Y no de forma aislada, sino como una forma de vida que moldea tanto el aspecto profesional como el más íntimo y personal. Si el mundo tiene un reverso aborrecible es el de la guerra, un negocio sucio que mancha y destruye todo a su paso, encadenándonos a un presente eterno de imágenes grotescas como las que ya pintaba Goya siglos atrás en su serie “Los desastres de la Guerra”. Tal vez de forma similar al maestro aragonés, Rojas, retrata el lado más terrenal del conflicto: no la épica, sino el sufrimiento silencioso. Y, escuchándolo, una vislumbra su convicción, la energía que alimenta ese motor: alguien tiene que contarlo, esas historias han de ser narradas porque esas personas merecen la paz y no el olvido.
Con más de dos décadas cubriendo conflictos armados, este reportero gráfico en zonas de guerra nacido en Lanzarote ha convertido su mirada en un puente entre mundos fracturados. En 2024, su tierra lo reconoce como Conejero del Año, un homenaje que honra no solo el mérito profesional, sino también el coraje con el que ha asumido su oficio y su empeño en promover la cultura de la paz entre los más jóvenes.
Nos acompañará en este Campus Internacional Ciudad de La Laguna participando en una mesa redonda, además de comisariar una exposición que se podrá visitar en el Espacio Cultural CajaCanarias de la Plaza del Adelantado, en La Laguna.
En esta entrevista, Rojas repasa sus experiencias sobre el terreno con la honestidad de quien ha aprendido que, a veces, lo más valiente es simplemente acompañar a quien lo necesita.
El primer conflicto que cubriste fue el de Palestina e Israel. Viajaste en 2002 y, muy seguidamente, en 2003. Han pasado más de 20 años desde entonces, ¿cómo recuerdas aquellas primeras vivencias?
Sí, fui muy joven y con mucho miedo. En 2002 me fui a hacer fotos y volví en 2003 porque necesitaba relatarlo en vídeo, hice algo parecido a un diario de viaje. Me parecía tan tremendo todo. Cuando llegué a la zona por primera vez, estábamos hablando de un momento histórico: la segunda intifada, con Arafat vivo y con Israel asediando Palestina durante un mes, bloqueando incluso la Mukata, la sede administrativa palestina.
Esto sucedió durante un mes entero y yo lo pude documentar. Últimamente me gusta decir que nuestro trabajo es un trabajo de advertencia. En aquel momento ya advertimos hacia dónde iba a ir este conflicto.
¿Y qué sensaciones te produce ver el estado de este conflicto hoy en día?
Otros muchos periodistas y yo presenciamos el comienzo de la construcción del muro de separación israelí en suelo palestino, que ya fue condenado por el Tribunal de La Haya. Lo siguiente fueron los asentamientos ilegales y, ya en esa época, se empezaba a hablar de apartheid. Luego la ofensiva bestial en Gaza en el año 2014, que se detuvo,en gran parte, precisamente por la presencia de medios extranjeros.
Esta situación se lleva visibilizando desde hace mucho tiempo y no es una visión “pro israelí” o “pro palestina” o “pro ucraniana”. No: es una visión “pro vida”.
Últimamente me gusta decir
que nuestro trabajo es
un trabajo de advertencia
Estamos viviendo una superposición de conflictos, con uno en las puertas de Europa que no parece tener una solución a corto plazo. Has estado en Ucrania en varias ocasiones, la última recientemente. ¿Qué impresiones te traes de estas experiencias?
Por un lado, es llamativo que depende del conflicto que cubras eres mejor o peor periodista. Hay gente que me dice con cara de pena “oh, estás cubriendo Oriente Medio, pero si tú estabas cubriendo Ucrania” y mi respuesta es siempre la misma: yo hago un relato del pueblo, no un relato político.
Por lo demás, creo que es muy importante que sigamos apoyando a la población ucraniana. Ojalá me equivoque, pero creo que este conflicto no va a tener una fácil solución. La sociedad ucraniana está ya muy cansada. A diferencia del primer año, que la gente creía que Ucrania iba a ganar, en mi último trabajo pude apreciar ese cansancio. Están sacrificando a toda una generación de jóvenes, hombres y mujeres. La edad de reclutamiento forzoso se ha bajado a los 25 años y es posible que vuelva a bajar. Y ya hay mucha gente que no quiere luchar, muchísima gente está dejando el país.
Desde mi organización, Paz en Construcción, promuevo que se entienda que no podemos dejar caer a Ucrania. Y no es cuestión de mandar más armas, pero sí de entender que si Ucrania cae, cualquier otro país europeo podría ir detrás y de lo que hablamos son de derechos y libertades humanas fundamentales.
Así que, en este punto, creo que es muy importante que tengamos claro cuáles son los valores fundamentales de la Unión Europea: la dignidad humana, la libertad, la democracia, la igualdad, el Estado de Derecho y los Derechos Humanos. No podemos olvidarlos y hay que seguir haciendo una importante labor de pedagogía.
Hablemos ahora de la profesión del periodista de guerra. Me resulta contradictorio que los profesionales como tú suelen ser admirados y reconocidos públicamente pero en la práctica trabajan en condiciones muy precarias y con poca protección. Recuerdo, por ejemplo, a José Couto o a Julio Anguita Parrado, tristemente fallecidos. ¿Cómo describirías el contexto actual para los periodistas de guerra?
Desafortunadamente, se destaca la labor que desarrollamos, pero no tenemos ninguna seguridad. La precarización ha ido a más en estos años. Los medios españoles te pagan una auténtica miseria por una fotografía o un artículo. Como freelance la situación es muy límite. Por ejemplo, el chaleco antibalas y el casco los consigo a través de Reporteros Sin Fronteras dejando una fianza. Además, muchos nos endeudamos: los proyectos funcionan a través de préstamos y cuando te entra algo lo cancelas y te vuelves a mover. Y, siendo freelance, es muy difícil conseguir permisos de prensa. Por ejemplo para cubrir el conflicto palestino, Israel te lo pone muy difícil. O en Ucrania te piden que muestres una carta de un medio que te respalde.
Por otro lado, nuestra vida laboral, a nivel de cotización, es casi inexistente. El tema de la jubilación va a ser muy complicado.
En mi caso, publico cada vez menos, no solo por esta retribución injusta, sino por cómo se va a usar mi trabajo. Muchas veces han publicado mis fotos sacándolas de contexto y se han usado para desinformar.
Asumimos un riesgo bestial que, cuando te matan, tiene un gran reconocimiento, pero mientras desempeñamos nuestra profesión no estamos protegidos.
La verdadera heroicidad es la de la gente que se juega la vida; puedo darte cientos de ejemplos de gente normal que en lugares de conflicto pone su vida en riesgo por ayudar a los demás
Desde hace unos años vemos como los conflictos armados no son solo contados por periodistas. El uso generalizado de los teléfonos móviles permite a los protagonistas contar lo que sucede en primera persona y prácticamente en directo. ¿Qué opinas sobre este fenómeno?
Es una hoja de doble filo: por un lado, vemos muchas cosas en tiempo real, que no son verificadas pero se usan y, por otro lado, también da pie a la maldita desinformación y propaganda.
Estamos en un momento de un ruido tremendo, en que mucha gente pone en duda la propia realidad. Recuerdo el vídeo de un chico, con muchos seguidores en redes, que decía que la guerra de Ucrania era un montaje y que no existía. El uso de los móviles permite observar en directo cosas que antes no llegaban y venían filtradas por los canales de televisión. Y al mismo tiempo, los medios de comunicación empiezan a usar material que no tiene la calidad suficiente, cuando, no hace tanto, a nosotros nos exigían tener una calidad máxima. Ahora todo vale. El uso descontrolado de las redes sociales también ha contribuido al desprestigio de nuestra profesión. Muchas fotos se sacan de contexto o se usan sin permiso, incluso por “medios serios”.
Por toda esta confusión, me parece importante el papel de los filtros y contar la realidad a través de sus protagonistas. Por ejemplo, en los proyectos educativos que desarrollamos en Canarias muestro la historia de una niña ucraniana que se llama Regina a la que hemos seguido durante los últimos tres años de su vida. Así los jóvenes pueden ver la verdad de lo que es la guerra para alguien como ellos, más allá de la instantaneidad de un reel de Instagram.
Siguiendo con esto, hablando de esta corriente de individualismo tan fuerte que vivimos. ¿Dirías que la sociedad actual es consciente de su vulnerabilidad frente a un posible conflicto armado o crisis humanitaria?
Ese trabajo de advertencia que te comentaba que debemos hacer los periodistas va también en esta línea. Por ejemplo, con la emergencia climática. A veces pienso que cualquier día de estos va a salir alguien a decir: “nos equivocamos con los cálculos y no va a ser en cinco años, sino mañana, porque lo hemos hecho tan mal que ya hemos llegado al punto de no retorno”. Y siempre pasará lo mismo, la gente más rica sí podrá pagar por las cosas más básicas pero la mayoría de la población, no. Yo lo he visto en las guerras. La verdadera solidaridad se basa en los Derechos Humanos. Y la gestión de las situaciones de crisis debe venir de las instituciones, no de la solidaridad internacional. Soy muy crítico con, por ejemplo, los bancos de alimentos. Tú, Ayuntamiento, eres el que tiene que alimentar, con dignidad, a tu población que hoy no puede. Ustedes, empresarios, tienen que involucrarse con su sociedad en situaciones de crisis. En Ucrania, lo público y lo privado están trabajando coordinadamente después de los bombardeos, es un gran ejemplo. Hay una cosa que es curiosa en nuestra sociedad: en los medios de comunicación de aquí se ha convertido a la gente que simplemente ayuda en “héroes”. Hemos olvidado lo más básico de las relaciones sociales, el ser buen vecino. La verdadera heroicidad es la de la gente que se juega la vida; puedo darte cientos de ejemplos de gente normal que en lugares de conflicto pone su vida en riesgo por ayudar a los demás.
El proyecto “Enredados con los Derechos Humanos”
ha llegado a más de 20.000 alumnos y alumnas
Me has hablado varias veces de la importancia de la pedagogía durante la entrevista. Cuéntanos un poco de la ONG “Paz en Construcción” que trabaja desde hace años en los centros educativos de Canarias.
Todo comenzó después de los primeros trabajos sobre el terreno. Ahí ya vi claro que había que apostar por la educación como camino hacia la paz. Veníamos de trabajar en zonas de conflicto y queríamos que esa experiencia sirviera para transformar a docentes y jóvenes en defensores de los Derechos Humanos. Con el tiempo, el proyecto creció tanto que en 2020 nos convertimos en una ONG. Lo que hacemos no se queda en las aulas: se expande a familias, barrios y llega, incluso, a otros países. Acompañamos, visibilizamos y exigimos el cumplimiento de derechos, porque cada cifra de refugiados, cada niño desaparecido, es una vida que merece futuro.
El proyecto que se ha desarrollado en los últimos años se llama “Enredados con los Derechos Humanos” y se ha podido ejecutar gracias al apoyo de la Consejería de Juventud del Gobierno de Canarias y la colaboración del Orfeón La Paz.
La idea es que el alumnado entienda, sienta como propia y defienda la Declaración Universal de los Derechos Humanos, partiendo de lo que ven cada día en redes, en la televisión o en Internet. Utilizamos el calendario de días mundiales (Día de la Paz, Día Contra la Violencia etc.) para, a través de fotografías vertebradas por temáticas, conectar con los tratados internacionales de Naciones Unidas sobre los que hay un enorme desconocimiento. Hay que recordar cuáles son las bases de la convivencia en Europa, el marco de los Derechos Humanos, es muy importante.
En estos tres años, desde 2021 hasta 2024, recorrimos 230 centros educativos, con más de 20.000 alumnas y alumnos implicados directamente y 462 charlas impartidas.
Este proyecto, nacido en Canarias, se ha convertido en una referencia. Y lo mejor de todo es que los trabajos realizados por los propios alumnos y alumnas siguen vivos, disponibles para toda la comunidad educativa. Además de este proyecto, con anterioridad, hemos realizado otros muchos y puedo decir que hemos impartido más de mil charlas, por darte un dato.
Confío en que estos niños y niñas que ahora son más conscientes de la importancia de respetar y defender los derechos de toda la humanidad, sean en un futuro próximo el alcalde o la alcaldesa de cualquiera de nuestros municipios. O la presidenta o el presidente de nuestros Cabildos o del Gobierno de Canarias. Seguiremos trabajando para que así sea.
A pesar de lo duro de la conversación, nos despedimos entre risas con la promesa de encontrarnos pronto en la inauguración de su exposición en La Laguna. Mientras repaso las notas que he tomado no dejo de pensar en esa idea que Alberto repite: la de que su trabajo, el de tantos otros periodistas de guerra, es una advertencia. Lo que ocurre en esos otros mundos, en esos frentes que a veces sentimos lejanos, no tarda en salpicarnos. Las guerras nunca son ajenas. Escuchar a quienes las han vivido de cerca se vuelve un acto de responsabilidad. No olviden que tendremos la oportunidad de escuchar a Alberto y a otros periodistas de guerra en la mesa redonda que se celebrará el 29 de julio en el Convento Santo Domingo o seguirla por streaming.